El SNTE, desde mediados de los años 50, era un pequeño ogro filantrópico. Cuando hubo menos puestos de trabajo docente y más egresados de las normales, quienes querían ser maestros tenían que "hacer méritos" con los dirigentes sindicales, para obtener una plaza "en propiedad".
Carlos Ornelas
Pubicado el 21 de julio de 2010 en el Excelsior
Por razones históricas y las características del régimen de la Revolución Mexicana, las ideas meritocráticas nunca cuajaron del todo en la educación del país, aunque tampoco estuvieron ausentes; recuérdese lo difícil que era sacarse un diez y las muchas horas que los estudiantes de las normales se pasaban haciendo tareas y prácticas (méritos) en las escuelas anexas a las normales, que les servían para la obtención de una plaza.
Poco a poco, al igual que en la política, las relaciones cliente-patrón (Octavio Paz dixit) anidaron en el sistema educativo.
El SNTE, desde mediados de los años cincuenta, era un pequeño ogro filantrópico. Cuando hubo menos puestos de trabajo docente y más egresados de las normales, quienes querían ser maestros tenían que "hacer méritos" con los dirigentes sindicales, para obtener una plaza "en propiedad" (esto no es una figura retórica, una vez que se obtiene una no hay poder que la pueda finiquitar).
En algún momento comenzó la comercialización de las plazas como un negocio de los líderes locales, una concesión que los dirigentes nacionales les hacían con el fin de lograr su fidelidad.
No he podido rastrear dónde y cómo brotó esa práctica, pero dado que la plaza era de su "propiedad", algunos maestros, faltos de ética, lucharon por heredar o vender su plaza.
Eso era una especie de capitalismo de base: si un maestro compró su plaza o pagó el diezmo (por lo general la primera quincena) parecía racional que quisiera recuperar su inversión al momento del retiro.
Primero fue un asunto discreto, sólo de vez en cuando una nota en un periódico local lo mencionaba. Después se hizo público, pero sólo entre interesados (hasta subastas había en algunas partes de Veracruz), lo que investigadores de la educación y alguno que otro burócrata despistado denunciaban y que los maestros honestos repudiaban (y continúan despreciando), pero nadie los escuchaba ni cuando el asunto alcanzó niveles de escándalo.
Los altos burócratas cerraban los ojos, la baja burocracia educativa nada podía hacer y algunos de sus miembros eran cómplices, acaso por fidelidad al sindicato. Hasta que el presidente Felipe Calderón decidió que había que ponerle fin. Pero escogió el peor de los caminos: aliarse con quienes se beneficiaron de ella por décadas. En vez de utilizar las leyes y los reglamentos de la SEP y hacer que el SNTE cumpliera con lo que ya se había comprometido desde 2002: sujetar las nuevas plazas a examen de oposición, pactó con Elba Esther Gordillo la Alianza por la Calidad de la Educación. Ella, a cambio de innumerables canonjías, aceptó poner un mecanismo "meritocrático, pero bipartito" de asignación de nuevas plazas. Así, estaría en posición de decidir y condicionar (y dado el caso hasta desmantelar) lo que se denominó el Concurso Nacional de Asignación de Plazas Docentes, mediante exámenes estandarizados. Es aquí donde las autoridades se autoengañan.
El Concurso es sólo para las plazas de nueva creación que se derivan de fondos federales, y son una minoría, aunque las 22 mil 546 de primaria, preescolar y telesecundaria y las 119 mil horas de asignatura de secundaria, que se convocaron para el tercer Concurso, parezcan muchas, el grueso de las vacantes no se toca. Las plazas que quedan libres por jubilación, muerte, incapacidad o algún otro motivo de incidencia, no entran al Concurso. Esas se asignan por la vía clientelar. Cuando el Presidente afirma que ya se acabó con la venta y herencia de plazas, miente o está mal informado. La relación comercial sigue viva y vigorosa.
El SNTE no da su brazo a torcer, es mayoría en la Comisión Rectora de la ACE, ya que en ella participan funcionarios fieles a la agrupación. Además, brigadas del SNTE entrenaron a los egresados de normales, que son hijos o familiares de maestros, con ejercicios que tenían reactivos de las pruebas anteriores. Incluso sospecho que al SNTE se debe la exclusión de Transparencia Mexicana como observadora independiente. ¡Mala señal!
El secretario de Educación Pública, Alonso Lujambio, al celebrar su primer aniversario al frente de la SEP, comentó que uno de sus retos más importantes era institucionalizar el Concurso. Me temo que no lo podrá hacer. El SNTE colocó sus salvaguardas. El Concurso fenecerá con el sexenio.
*Académico de la UAM
Carlos.Ornelas10@gmail.com